martes, 22 de enero de 2013

































Juan Manuel Castro Prieto (Madrid, 1958) en un fotógrafo con una amplia experiencia profesional y docente como positivador, tarea a la que se dedica desde muy joven, especialmente para trabajos en blanco y negro, cumpliendo incluso encargos de otros conocidos fotógrafos españoles.
Desde 1992 ha dirigido varios talleres de positivado, compaginado este trabajo con su actividad fotográfica, presentada desde 1986 en numerosas exposiciones individuales y colectivas en España, Estados Unidos, Perú y varias capitales europeas y latinoamericanas. Su obra forma parte de diversas colecciones y, con ella se han editado numerosas publicaciones relacionadas con la fotografía.
Su labor fotográfica ha sido reconocida con varios galardones, entre los que se incluyen el Premio Hoffman, en 1992, los Premios de la Junta de Extremadura en 1990 y 1993, y el Premio de la Diputación Provincial de Granada, en 1986.
En varias ocasiones ha realizado proyectos en los que debía recorrer territorios para descubrir su realidad, con todos los matices cromáticos posible, tanto en países como Etiopía o Perú, como en zonas como en río Tajo o el Mediterráneo almeriense.
La exposición ETIOPÍA es el resultado de los cuatro viajes que Castro Prieto realizó a este país entre 2002 y 2006. Se trata de imágenes en las que no se puede ocultar la fascinación que el paisaje y las gentes ejercen sobre el fotógrafo, que trata de desprenderse de ataduras y gozar de la mayor libertad ideológica y expresiva para captar todos los matices de un país que, a pesar de las penurias que le afectan, siente el orgullo de ser el estado independiente más antiguo de África, con una  enorme riqueza cultural y antropológica, capaz de lograr la convivencia en paz de comunidades de distinta identidad religiosa.
Tal y como afirma Alejandro Castellote, Juan Manuel Castro Prieto elude voluntariamente la dramatización de la miseria y enfatiza en los ámbitos privados y los espacios públicos que sirven de escenario a la sorda epopeya de la vida cotidiana.
Sus personajes posan ante la cámara con absoluta dignidad; sus recursos son escasos, pero su mirada es directa, sin tapujos, aunque apenas sean capaces de esbozar una sonrisa.
Son los etíopes, tradicionales, religiosos, profundos en un escenario visualmente fascinante pero a veces aparentemente irreal ante la evidencia de su manifiesta pobreza material.